Escritores venezolanos. Conversando y Escribiendo

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sábado, 14 de febrero de 2009

HÉROES Y HEROÍNAS DE LA QUEJA

INTRODUCCIÓN


El objetivo de este ensayo es explorar, en las novelas “Los sufrimientos del joven Werther” y “Madame Bovary. Costumbres provincianas”, escritas en épocas diferentes, algunas características de sus héroes – protagonistas. En particular las quejas que le formulan a la vida y al destino.

La primera versión de “Los sufrimientos del joven Werther” fue publicada por Goethe en Leipzig, 1774, y es en 1787 cuando publica la segunda versión, que es una revisión y modificación de la primera. Flaubert publica “Madame Bovary”, por entregas, en la Revue de Paris, en 1856.

Diferentes en estructura y contenido, tienen en común ciertos rasgos heroicos de sus protagonistas y el suicidio como final en ambos casos. Externamente las diferencias son evidentes: Werther es un héroe polifacético, un joven ilustrado, con intereses y destrezas artísticas, humanista que conocía el griego, y de regulares condiciones económicas. Emma Bovary, pequeño burguesa normanda, educada en el convento de las Ursulinas, “.... sabía danza, geografía, dibujo y bordaba y tocaba el piano.” Leía novelas románticas, sus heroínas eran María Estuardo, Juana de Arco y Eloísa Agnes Sorel, entre otras. El padre era dueño de una granja grande y próspera, dirigida por ambos porque la madre había muerto.

LAS QUEJAS DE WERTHER

La posición existencial de Werther ante la vida es un reflejo del conflicto entre el individuo y la sociedad, que Goethe ponía en boca de su personaje. Por construcción y definición, la queja es la forma de expresión de Werther. La “fiebre wertheriana” como fenómeno social, ha sido definida por algunos como: “....... una actitud espiritual caracterizada por un pesimismo melancólico que hundía sus raíces en un desengaño apriorístico del mundo basado en la convicción de que la propia realización humana era axiomáticamente imposible, y que por su radicalismo juvenil resultaba peligrosa porque tenía como posible fin el suicidio.” (Goethe, 2002, p. xxvii)

“Los sufrimientos del joven Werther”, que ha sido clasificada como “novela epistolar”, es una prolongada queja de principio a fin. Lo que presento a continuación son algunas muestras de las muchas y reiteradas quejas que llenan la obra.

Efectivamente desde la primera carta, Werther comienza por quejarse de su destino: “¿Acaso mis demás relaciones no fueron elegidas por el destino para angustiar un corazón como el mío? ¡Pobre Leonor! Sin embargo he sido inocente.” (Goethe, 2002, p. 5). De manera que la obra comienza con el sentimiento de culpa, por un primer amor que concluye con la muerte de la amada. También desde el comienzo está presente la huída en busca de un ambiente diferente, para curar las penas de amor. Más adelante, generalizando, vuelve sobre el tema: “Y sin embargo, nuestro destino es ser malentendidos.” (Goethe, 2002, p. 10)

Curiosamente cuando ya se declara enamorado de Carlota, se refiere nuevamente al destino pero en actitud de rebeldía: “.......... no me refería a ti ciertamente cuando censuro como insoportables a los hombres que nos exigen la resignación ante el destino inevitable.” (Goethe, 2002, p. 42)

En cambio cuando comienza a darse cuenta de la imposibilidad de su amor, pero simultáneamente reconoce que no puede vivir sin ella, su queja lo lleva a pensar en la muerte: “...... El vivir solitario en una celda, el vestir áspero pelo y llevar cilicio serían delicias por las que anhela mi alma. ¡Adiós! A esta desdicha no le veo otro fin que la tumba.” (Goethe, 2002, p. 54)

Las citas anteriores son de la primera parte (primer libro) de la obra, al final Werther decide alejarse de Wahlheim para separarse de Carlota y olvidarla.

En el segundo libro, para cumplir su objetivo huye nuevamente del conflicto, cambia de ciudad e inicia una carrera diplomática bajo las órdenes de El Embajador. No duró mucho tiempo en tal actividad porque comienza a quejarse del trabajo y de su relación con su jefe, pero por otra parte consigue un protector en el Príncipe heredero. Otro noble que le mostró afecto y consideración, el Conde de C..., lo pone en una situación molesta al invitarlo a una fiesta que era para personas de un mayor rango social. Ahora su queja tiene que ver con el trabajo, la relación con el Embajador, y las diferencias sociales en la corte.

Renuncia a la carrera que había iniciado y se va a pasar la primavera en las fincas del Príncipe. Para ese momento Carlota se había casado, se intensifica su despecho y generaliza su situación: “No soy el único a quien le va así. Todas las personas se engañan en sus esperanzas, en sus expectaciones.” (Goethe, 2002, p. 76)

De allí en adelante, en el resto del segundo libro y también en el tercero, hasta el final, se intensifica la queja paralelamente con los anuncios del suicidio que inevitablemente llegaría. A continuación presento otros ejemplos de la queja en estas partes de la obra.
La invocación y las quejas a Dios son frecuentes: “¡Bien lo sabe Dios!, muchas veces me acuesto con el deseo, y aún con la esperanza, de no volver a despertar...... “ (Goethe, 2002, p. 85). O también: “¿No es esta la voz de un ser viviente, oprimido totalmente en sí, sintiéndose fallar y caer inconteniblemente, clamando en las íntimas profundidades de sus fuerzas que se remueven en vano: Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?... “(Goethe, 2002, p. 87).

En su última carta a Carlota: “¡Allá voy! voy a mi Padre y a tu Padre. A este me quejaré, y Él me consolará hasta que tú llegues... “(Goethe, 2002, p. 118).



LAS QUEJAS DE EMMA BOVARY

En Tostes, lugar donde los esposos Bovary fijan la residencia y comienzan la vida de casados, no había pasado mucho tiempo cuando Emma comienza su queja: “¿Por qué Dios mío, me habré yo casado?” (Flaubert, 2000, p.45). Meses después, cuando los invitan a un baile en la casa del marqués de Audevilliers, en la Vaubyesard, quedó encantada y nostálgica con el esplendor de la alta sociedad, esperando una nueva invitación, que nunca llegó, para el año próximo.

El pueblo le resultaba aburrido y comenzó a tener problemas en su casa, con la suegra cuando los visitaba, y con el servicio. Se preguntaba en una queja silenciosa: “¿Acaso iba a durar siempre aquella desolación? ¿Acaso no saldría jamás de ella?” (Flaubert, 2000, p. 67).

Su situación se hizo tan seria que Charles, su esposo, supuso que tenía una enfermedad nerviosa y decidió mudarse. Cuando partieron de Tostes, el pueblito donde pasaron los primeros años, Emma estaba en cinta.

La segunda parte de la novela comienza con la llegada a Yonville – L´ Abbaye, donde dio a luz y comenzó a adaptarse al pueblo y a los vecinos. Cuando llegó conoció a León, joven estudiante de quien se hace amiga cada vez más cercana. Un domingo de febrero salieron los esposos Bovary, Homais y León, a conocer una hilatura de lino recién establecida.

En la noche Emma no podía dejar de recordar y comparar las conductas contrastantes entre su marido y León; éste último le parecía encantador, compartía su interés por la lectura, a diferencia de su marido tosco, aburrido y ordinario. Comenzaba a preguntarse si León estaría enamorado de ella, pero: “Entonces empezó la eterna lamentación: << ¡Oh! ¡Si Dios lo hubiera querido! ¿Por qué no será posible...? ¿Quién impedía, pues ...? >> (Flaubert, 2000, p. 102).

Días después hablando con León, se queja de su situación doméstica: “...¿Es que no tengo una casa que llevar, un marido que cuidar, mil tareas, en una palabra, un montón de deberes más urgentes?” (Flaubert, 2000, pp. 105-106). A medida que se acercaba más a León y se iba enamorando, comienza a odiar al marido, ahora su queja es solitaria: “Por lo demás ya no me quiere --pensaba-- . ¿Qué hacer? ¿Qué socorro esperar, qué consuelo, qué alivio?” (Flaubert, 2000, pp. 109).

En el capítulo XI, ya León se había marchado a París y después de los famosos comicios en el pueblo, Emma se hace amante de Rodolphe. Pero pasados seis meses tuvieron dificultades e interrumpieron sus citas. Vuelven a verse después del infortunado suceso, de la fracasada operación que hizo Charles al desgraciado Hippolyte y que la terminó de convencer de la mediocridad y escasa valía de su esposo. Esta era su queja:… “¿Cómo, pues, había podido ella (que era tan inteligente) equivocarse otra vez acerca de él? Por lo demás, ¿por qué lamentable manía había destrozado de aquel modo su existencia en sacrificios continuos?” (Flaubert, 2000, p. 183).

Los amores con Rodolphe no duraron mucho porque ella le pidió que abandonaran todo y escaparan a vivir juntos lejos de allí. Habían preparado todo y un día antes de marcharse, Rodolphe le envió una carta de despedida y se fue del pueblo. Estuvo deprimida y enferma por un tiempo, hasta que para el final del capítulo se había recuperado lo suficiente como para ir a la ópera en Rouan. En la ópera se encontró de nuevo con León y comenzaron a verse con frecuencia.

En la tercera parte de la novela, ya recuperada Emma de su ruptura definitiva con Rodolphe, inicia amores con León y durante un tiempo frecuentan un hotel en Rouan, ciudad a la cual había regresado León cumplida su estadía en París. Nuevamente después de un intenso período pasional, comienzan sus dudas acerca de la fidelidad de León, quien comenzaba a inasistir a sus citas. Ahora su queja es esta: “¡No importa! No era feliz, no lo había sido nunca. ¿De dónde venía, pues, aquella insuficiencia de la vida, aquella instantánea podredumbre de las cosas en que se apoyaba?... ” (Flaubert, 2000, p. 279).

De aquí en adelante la acción se acelera y precipita hacia el final, porque el desorden económico de Emma la lleva a la ruina, le embargan todos los bienes y cuando recurre en última instancia a sus amantes, encuentra el más absoluto rechazo y negativa. Curiosamente cuando todo estaba perdido desaparecen las quejas, porque ha tomado la decisión que venía anunciando desde el principio de la novela.

“Entonces su situación, como un abismo, se le hizo presente. Jadeaba a todo pulmón. Después, en un transporte de heroísmo que la hizo sentirse casi gozosa, bajó la cuesta corriendo, atravesó la pasarela de las vacas, el sendero, la avenida, el mercado, y llegó ante la botica” (Flaubert, 2000, pp. 308-309). Presionó al ayudante para que le abriera el estante donde sabía que guardaban el arsénico, tomó precipitadamente una cantidad de polvo y se lo llevó a la boca. Desesperada cumple lo que antes había pensado, e insinuado desde que comenzaba su matrimonio, y cada vez que se enfrentaba a una dificultad: se suicida.


REFERENCIAS

Flaubert, Gustave (2000). Madame Bovary. Costumbres provincianas. (Edición especial para El Nacional). España: Editorial Planeta, S.A.

Goëthe, Johann Wolfgang (2002). Los sufrimientos del joven Werther. (Edición especial para El Nacional). España: Editorial Planeta, S.A.

LA CITA DE HOY

“Decía Flaubert que para ser feliz era necesario contar con tres requisitos: estupidez, egoismo y buena salud”.

Joaquín Marta Sosa. Los fanáticos inevitables. El Nacional, 8.3.88, A-4.

lunes, 2 de febrero de 2009

Pero no puedes




Quisieras poder ordenar al sol que deje de brillar,
al cielo que se tiña de rojo y a las aves que
detengan su canto.
Pero no puedes

Quisieras poder ordenar a la tierra que escupa flores por
donde tu pisas, al aire que no cese de murmurar tu nombre y
a los peces que sigan el rastro por donde tú pasas.
Pero no puedes

Quisieras poder ordenar un súbdito en cada nuevo alumbramiento,
ordenar a los hombres que se alimenten con las míseras sobras de tu vanidad
y a los astros que cambien su orbita para que no cesen de escribir tu nombre.
Pero no puedes

Quisieras poder ordenar al todopoderoso que doble su rodilla en tu presencia,
a los ángeles que sostengan tu corona y a las estrellas que adornen tu cetro
con su luz.
Pero no puedes.

Quisieras ordenar la vida y la muerte para ahogar la ira de tu arrogancia no correspondida,
la impotencia de tu voluntad no satisfecha y
la garganta del valiente que se atreve a decirte que NO.
Pero no puedes.

Quisieras poder, pero no puedes…

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